Dios en mi adolescencia

1er Acto

Yo: Mamá, quiero ir a dormir a la casa de mis amigos del cole.
Mamá: Mm.…no.
Yo: Ay, ma… ¿por qué no?
Mamá: No. Mira, yo no se en qué andarán los chicos de tu cole y no se que tan confiables son los papas…
Yo: ¡Pero dejame por una vez en mi vida ser una adolescente normal! (deja la habitación golpeando la puerta al salir)

1er Acto (versión II)

Yo: Quiero ver si la puedo pasar bien con gente que no te conoce y hace cosas que vos nunca mencionaste.
Dios: No.
Yo: Ay, ¿por qué?
Dios: Porque ellos no hacen cosas agradables y yo, tu creador, sé muy bien que es lo mejor para vos y que es lo que no te va a hacer daño. No pienses que este limite lo pongo por capricho, sino porque te amo demasiado como para dejar que algo te pase y así, ponerte en riesgo de perderte para siempre.

¿Cuántas veces nos negamos a escuchar a esa respuesta?
Nuestros padres, cuando somos chicos y, aunque no queramos asumirlo, inexpertos en este mundo que cada vez nos hace peor, lo único que quieren hacer es protegernos, pero a nosotros no nos importa la razón, lo interpretamos como un límite al azar para hacernos la vida imposible. Cuando Dios nos dice “No”, sabemos que lo hace porque no le agrada, y podemos estar seguros de que conoce la situación mejor que cualquier padre del mundo, pero, ¿cuantas veces lo escuchamos cuando estamos haciendo lo contrario a lo que el nos dijo? Hay veces en las que ni siquiera escuchamos su voz.
Por más santos que seamos, si nos ponemos a pensar, nos acordamos de haber hecho cosas malas, pero en el momento de hacerlas, ¿estábamos escuchando a Dios diciéndonos que no las hagamos? No lo creo. ¿Pero por qué es esto, si yo soy creyente, voy a la iglesia y le hablo? Ser creyente no significa que desde el momento en el que creímos vamos a ser santos hasta la muerte, por más que lo deseemos. Hay algunos que parecerán tenerlo más controlados que otros, pero de todas las personas que pisaron esta tierra, solo una logró sacarse 10 en nota de concepto, Jesús.

Durante esta vida, tenemos que recordar que somos humanos, y los humanos siempre fuimos pecadores. Pero si invitamos a Cristo a nuestro corazón ahora, nos va a ayudar a cambiar y en algún momento nos va a sacar de raíz ese 'gen-pecador' para siempre. Aquellos que no lo tienen ahora, no lo van a tener nunca. Así de simple. Tenerlo con nosotros implica empezar con este entrenamiento que es algo así como una carrera. Sos una atleta. Tenés que entrenar. Tenés que correr. Y cada vez tenés que hacerlo mejor. Vas a necesitar perseverancia. ¿Para qué tenés que mejorar? Para recibir el premio que buscabas: vivir en paz en el lugar que Dios te prometió y con la mejor de todas las compañías: Jesús. Claro que si no entrenas, no vas a ser siquiera merecedora de la medalla para el último lugar por que nunca entraste en la competencia. Aquellos que lo intentaron en Cristo pero no llegaron tan lejos como otros, sí pueden recivirla.

Caminar de la mano de Dios va a ser una montaña rusa, la vas a disfrutar, habrá partes que querrías haber evitado, cosas por las cuales no habrías querido pasar, pero te vas a dar cuenta de que por algo estaban. Vas a sentir la brisa y el viento en tu cara, vas a sonreír, vas a aprender, y vas a crecer.
En un momento vas a ver que no sos más la misma chica que se decidió a emprender esta aventura. Hubo cambios, y muchos, tanto dentro como afuera y alrededor, y vas a ver como estas cosas están conectadas. Nuncame imaginé que Diospodía estar tan presente y darme una mano con aquellas cosas que son pequeñeces.

¡Él está en todas! ¡Te desafío a que lo conoscas más! ¡Pedile que entre a tu vida y comienze a obrar, te vas a llevar una gran sorpresa!

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