De esto se habla mucho, se piensa mucho, lo deseamos varias veces, nos lo recomiendan varias veces, aceptamos varias veces el consejo e intentamos seguirlo, intentamos vivir como el Señor quiere, porque en realidad sabemos que obedecerlo tiene consecuencias que consisten en puros beneficios para nosotros y los que nos rodean.
Sin embargo, tal vez nunca logramos sacarle el jugo a las promesas y consejos que contienen las Escrituras, nunca logramos llegar al centro de chocolate, tal vez llegamos a rasparlo, pero nunca llegamos a deleitarnos plenamente en ese manjar. Sonará tal vez exagerado, por ahí les basta con probar de pedirle ayuda al Señor en algunas ocaciones y situaciones, se conforman con algo que no exiga mucha fe, o que no lo exiga muy seguido. O tal vez optamos por pasar el día en un estado mental neutral, distraernos con las cosas con las que todo el mundo se distrae, quejarse de algo que una persona estándar se quejaría, preocuparse por lo que alguien normal se preocupa, etc.
En realidad, hay muchas cosas que pasamos por alto, muchos 'bonus' que nos perdemos a medida que avanzamos en el camino, y por ahi no quisimos agarrarlos porque no veíamos que muchos lo hicieran, y los dejamos pasar...
Esos bonus serían todas las cosas que nos ofrece el Señor para adjuntarle a nuestros días: sus promesas para esta vida y su Palabra. La riqueza plena, el corazón de chocolate, se encuentra en su presencia en nuestro tiempo de oración y meditación, y por qué no bañar en chocolate todo lo que hacemos y todo con lo que nos relacionamos.
Un ejemplo de lo que te podés estar perdiendo en este momento
Tomemos un pasaje conocido, Josué 1:9: "Yo te pido que seas fuerte y valiente, que no te desanimes ni tengas miedo, porque yo soy tu Dios, y te ayudaré por donde quiera que vayas"
El Señor dice que podemos y tenemos que ser fuertes y valientes, que no tenemos que dejar que los pensamientos desaimadores, deprimentes o preocupantes nos ocupen la mente y sentimientos, ¿por qué? ¡Porque Él mismo está con nosotros todo el tiempo!
¿Estuve conciente hoy de que el Señor tiene todo bajo control?
¿Me preocupé por algo, dejando de lado las promesas del Señor o incluso dudando de ellas y subestimando su poder?
¿Lo tuve presente y me apoyé en Él a la hora de ser fuerte y valiente?
¿Le dí espacio en mi mente a pensamientos e ideas que me alejan de estas promesas y me llevan a tener miedo?
Podrían sacarse muchas más preguntas tipo filtro para ver si lo que hicimos hasta ahora respondió a las cualidades típicas de una persona cuyo padre es Dios. Y en todos esos momentos en los que nos dejamos llevar por las 'maneras de actuar de todo el mundo' en vez de las maneras de actuar que tienen los hijos de Dios, nos perdimos de un manjar.
Reaccionemos. Llevemos a nuestra realidad todas las verdades sobre nuestra relación con el Señor.
'Por lo que a mi toca, siempre pondo mi confianza n el gran amor de Dios; yo, en su presenca, cobro vida como un árbol cargado de frutos.' Salmos 52:8
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¡Pero yo sé que viviré para disfrutar de tu bondad junto con todo tu pueblo! Por eso me armo de valor, y me digo a mí mismo: "Pon tu confianza en Dios. ¡Sí, pon tu confianza en él!"
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